domingo, 28 de septiembre de 2008

Se conectan a Internet, con ollas y calderos viejos de aluminios.


LOS BOTADOS, YAMASA-Se conectan a la internet con calderos -
La casa de Jean Carlos de León está ubicada entre cacaotales, tan tupidos que las dos viviendas más cercanas no se ven desde ningún ángulo. Se encuentra en el paraje La Yautía, a tres kilómetros de lodo, zanjas y pendientes del distrito municipal Los Botados, al sur del municipio de Yamasá, en la provincia de Monte Plata. Los vehículos no llegan hasta la casita azul donde vive con su abuela, doña Aurelia. A veces, dice, si el camino está seco puede entrar con su motocicleta.
Allí, en medio de la modestia más extrema y un silencio que abruma, Jean Carlos no percibe la distancia y los kilómetros que, según la gente, lo separan del mundo moderno y globalizado. Mientras haya energía eléctrica, él está conectado a Internet y a todas las herramientas que ofrece sin pagar un centavo. La antena que le proporciona conexión, compuesta por una pequeña olla de aluminio vieja, un cable y un pedazo de cobre, está en la cima de una mata de coco de unos 40 pies de altura, tal vez más. El mismo se subió a conectarla. ¿Cómo lo hizo?
La señal Wi-Fi la toma de la antena de Los Botados, la primera comunidad en beneficiarse, en octubre de 2007, del proyecto Conectividad Rural de Banda Ancha que ejecuta en el país el Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones (Indotel). Hace unos meses Jean Carlos, de 21 años y estudiante de ingeniería industrial en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), le preguntó al encargado del proyecto de conectividad rural del distrito cómo se captaban las señales. Edwin San Ramón le respondió que bastaba con que la antena principal estuviera visible desde donde él estaba ubicado, es decir, desde su casa.
Sólo un poco de ingenio
Ante la respuesta de San Román, y tan escondido como él sabía que se encontraba su hogar, Jean Carlos necesitaba empeñarse si quería conectarse a Internet, un servicio del que toda la comunidad de Los Botados ya disfrutaba y que él necesitaba para hacer las tareas, navegar y conversar con sus amigos.
Acostumbrado a desarmar radios y cuantos aparatos electrónicos llegaban a sus manos desde pequeño, se le ocurrió “crear una antena”. Compartió la idea con su amigo Wilfrido de Paula, también de La Yautía, y juntos trabajaron en algo que nunca se imaginaron iba a llamar tanto la atención.
“Me ubiqué en las otras antenas, me fijé en el material que usaban, me salió la idea y la fabriqué”, dijo Jean Carlos a LISTÍN DIARIO, que llegó hasta su casa para conocer su trabajo. En unas cuantas horas lograron la conexión. Sólo necesitaron un cable coaxial, un pedazo de cobre y una olla vieja.
“No me tomó tanto tiempo”, sigue Jean Carlos. “Fue de una vez, el mismo día”. Según el joven, “el alambre tiene un cable coaxial que cubre la parte de cobre, esa la uno con la olla y la otra partecita de cobre la uno con el mismo cable”. Y eso es todo. La olla funciona como un espejo que enfoca hacia la antena “y evita que la señal sea unidireccional”.
La antena de Wilfrido, que tiene 23 años y estudia Informática en la UASD, está ubicada en la parte trasera de su casa. El jarro viejo de aluminio lo sostiene una larga caña brava.

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